Tema 1. Inclusión y accesibilidad

1. Inclusión

Cuando hablamos de inclusión, lo primero que pensamos es ¿qué significa inclusión? Podemos afirmar que es un derecho fundamental y esencial del ser humano basado en un sistema de valores y creencias que se centra más en apoyar y estimular las cualidades, competencias y necesidades individuales de la persona para que, posteriormente, ésta se sienta integrada en la comunidad. Pero ¿qué significado adquiere el término inclusión en la escuela? ¿qué hechos conlleva? ¿cómo podría aplicarse en las aulas?

Imagen 1. Inclusión educativa

Desde un punto de vista educativo, la inclusión se entiende como la participación y sentimiento de pertenencia que un alumno tiene frente a su comunidad educativa. Puede entenderse como una forma particular de actuar y participar, un estilo de vida, de comprender y considerar a cada persona como única y con capacidades diversas.

Autores como Satainback y Stainback (2007), relacionan de forma inmediata el término inclusión con la idea de acogimiento y pertenencia a un grupo concreto. Por lo que, para que la verdadera inclusión se lleva a cabo en nuestras aulas tenemos que abogar por un cambio cultural global y general, prácticas educativas que partan del alumnado y sus necesidades y no del contexto social o educativo así como modificar y transformar nuestras acciones y estrategias en pro de favorecer un sistema de creencias, valores, derechos y actitudes que respalden una cultura inclusiva.

Dentro de este marco educativo, el alumnado con discapacidad, para poder seguir el currículo general requiere de adaptaciones y estrategias pedagógicas que guíen, orienten y potencien los procesos de enseñanza-aprendizaje y no conviertan al currículo como una barrera insalvable que conlleve al abandono o desmotivación de los estudios. Por ello, los principios de equidadjusticia e inclusión social han de regir nuestra práctica considerándose a éstos sinónimos de calidad y éxito.

Desarrollar prácticas inclusivas en nuestras aulas supone un trabajo constante y progresivo en el tiempo, no se puede considerar que nuestras prácticas son inclusivas por incorporar determinados recursos adaptados a los alumnos porque al siguiente curso serán otros alumnos y otras necesidades. No debemos considerar las prácticas inclusivas como un objetivo a conseguir sino como una meta basada en la creación de un currículo común y global a todo el alumnado, que conlleve implícito procesos de aprendizajes comunes y participativos en base a las necesidades individuales y a la idiosincrasia del alumnado.

Desde esta concepción, estamos de acuerdo con autores como Moriña (2004) cuando reafirmamos nuestra creencia en la riqueza de la diversidad y las capacidades diferentes ya que la consideramos como una fuente de conocimiento y aprendizaje que son el empuje hacia escuelas inclusivas, equitativas y diversas.

Respondiendo a la cuestión sobre ¿qué hechos conlleva la inclusión? y ¿cómo podría aplicarse en las aulas? Consideramos que debemos partir de la creación y fomento de espacios, mecanismos y actividades que potencien la presencia y participación plena del alumnado en la escuela que permitan modificar la forma de pensar y la práctica de los docentes y reconociendo la diversidad en todos los ámbitos: diversidad racial, cultural, género, familiar, religiosa, etc.

Enlace web: Avanzando hacia aulas inclusivas